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EL SOBREVIVIENTE - CAP. 1


El empezar a narrar la historia de tu vida puede ser algo muy sencillo, para algunos, pero tratar de escribir la vida de otras personas puede ser muy difícil, y más, cuando quieres transmitir los sucesos que crees pueden ser los más relevantes.


Mi nombre es Camilo Zta Y así comienza mi historia.


Después de un día largo de trabajo y las diversas preocupaciones que inundaban mi vida en ese momento, me dirigí hacia un cajero automático para ver si me habían pagado un trabajo que le había hecho a un cliente. Hacía cuentas para ver cómo distribuir el poco dinero y llegar a casa con algo de comida para mi esposa y mi hija. El cansancio era tanto, que veía las letras de la pantalla del cajero diluirse entre sí, pero la dinámica la conocía tanto que no tenía que saber que decía, sabia donde presionar en cada momento. Digité el valor a retirar, la clave, y después de algunos sonidos, me salió un recibo y un mensaje: “Fondos Insuficientes” volví a intentar con un valor más pequeño, y otra vez: “Fondos insuficientes”. Se me hizo un nudo en el pecho y la mente, no sabía qué hacer en el momento, un silencio inundo mi ser, la rabia, la tristeza e impotencia se cosían dentro de mí, me decía: “Una vez más voy a faltar a mis obligaciones, ¿ahora qué hago?”. Una llamada, el celular empezó a timbrar y al sacarlo de mi bolsillo, miré y ahí estaban, los acosadores de vidas, el banco y su equipo de agentes externos llamándome a cobrar por mis deudas. Colgué, puse el celular en vibrador y lo guardé en el bolsillo de mi pantalón y me fui caminado sin saber a dónde, lo único que pensaba era “¿Qué voy hacer? ¿Qué voy hacer? No tengo a donde ir, necesito salir de todos estos problemas”.

Caminé y caminé, mientras mi celular seguía vibrando con la llamada de aquellas personas, de repente me detuve en un paradero de buses y me senté; el dolor en mi pecho era como si alguien me hubiera dado un golpe.

Quería llorar, pero mis ojos no, en fin… Estaba en un lugar público, donde es raro ver un hombre llorar. No quería consuelo de nada ni de nadie. Pensé, me quiero morir, ya para qué vivo, si no estoy haciendo nada, gasto lo poco y nada que tengo, mi esposa sufre por mi causa, mi hija también, aunque su sonrisa me alegra la vida, pero en realidad, nada está bien. Valgo más muerto.





Los minutos pasaban, los buses la gente, y cada vez se hacía más tarde, o me dirigía a casa y enfrentaba mi realidad o Dios me escuchaba y se llevaba mi vida en aquel momento y le daba fin a este sufrimiento. ¡Pensé dentro de mí y dije, y para qué morir, si de todas maneras no tenemos cómo hacer los trámites para mi entierro, le voy a sumar más problemas a mi esposa de los que ya tiene, “Ah! ¡Que rabia, ni para morir sirvo!!!” … “Ya sé que voy hacer” mire hacia las montañas y dije, “Me voy a ir donde nadie me encuentre, así no habrá preocupación por mi cuerpo si me llego a morir”

Me paré y camine hacia las montañas, sabía que el trayecto era largo y que estaba cansado, pero caminé y caminé, hasta que algo me decía “Mira hacia tu derecha” y sin mediar volteé a mirar, cuando de repente vi a un hombre caminar por el andén del frente, pero no era cualquier hombre, sabía quien era, camine hacia donde iba y lo pasé mirando si era aquella persona que imaginaba, ¡y claro, sí era él!, Yect Harrinzon el empresario más influyente en Latinoamérica, quien desapareció de los medios hace tres años desde la muerte de su hijo debido a una extraña enfermedad.

Sin alarmarlo pasé a su lado y caminé sin prisa para saber a dónde iba, y en el trayecto cuando voltee a mirar hacia atrás, ya no estaba, pero sabía que vivía cerca, en algún edifico o casa del sector. Tenía que encontrarlo, así que algo dentro de mi me motivó a buscarlo. Pero claro, era ya tarde y mis planes de desaparecerme estaban aplazados, caí en mi realidad, en el momento, tenía que volver a casa, agaché mi cabeza y con tristeza me fui, pero sabía que al otro día debía volver, un nuevo motivo me tenia de pie en la vida.


Llegué a la casa tarde en la noche y mi esposa estaba preocupada y con la expectativa de cómo me había ido. La miré a los ojos y le di un abrazo muy largo, su silencio me decía que ella ya sabía que no había dinero para lo que necesitábamos en el momento. Me frotó la espalda y me dijo: “Todo va a estar bien”.











Al día siguiente

 

Al levantarme sabía que no tenía a donde ir a trabajar, pues me tocaba esperar a que me consignaran el dinero del trabajo que había realizado y confiar que me llamaran para hacer otro, pero no le podía decir nada a mi esposa, así que me arreglé como si me tocara ir a trabajar y me propuse ir a buscar al señor Yect Harrinzon.

Mi esposa se acercó y me despidió: “Que tengas un buen día, hoy es otra oportunidad de vida” me alegraron sus palabras, como si supiera que no quiero vivir más, y le respondí: “Solo espero que las cosas salgan bien hoy” y me fui.


Llegué al mismo sitio donde encontré al empresario Yect Harrinzon y me senté en una panadería que quedaba cerca, pasé casi toda la mañana ahí. Una joven que atendía en el sitio se acercó a mí como a las dos horas de haber llegado y me preguntó: “¿Espera a alguien?” “Sí claro” le respondí, “parece que me dejaron esperando”, a los 20 minutos llegó la policía J, no me dijeron nada, pero sabía que su presencia era por mi causa. Si me iba podría ser peor, ahí si era cierto que pasaba como sospechoso, así que no tuve más remedio que esperar, era más importante para mi saber del señor Yect Harrinzon que mi propia dignidad. Quería hablar con él.


Cómo a las 12:30 lo vi pasar, y dije, es aquí o nunca, me acerque a él y lo llamé: “Disculpe señor, me podría hacer un favor”

Él me contestó: “Sí claro ¿En qué le puedo servir?”

Su amabilidad me sorprendió, pues cuando hablaban de él, se decía que su timidez se confundía con antipatía. Pero, al estar tan cerca me confirmé que sí era él, así que le hice una pregunta que sabía me iba a responder conforme a su conocimiento: “¿Usted sabe si por aquí es bueno comprar un local para montar un negocio?”

Me miró y supo que yo sabía quién era él, y me dijo: “No sabría decirte joven, pregúntale a los comerciantes del lugar” y siguió caminando.

Me fui tras él hablándole: “Disculpe, regáleme unos minutos, yo sé quien es usted, por favor necesito hablarle, no voy a decirle nada a nadie de su vida, por favor”


El señor Yect Harrinzon se enojó mucho: “Es mejor que se vaya joven, déjeme en paz, usted no sabe quién soy” me paré al frente y lo detuve: “Yo sí se quién es usted, señor Yect Harrinzon” nos miramos a la cara por unos instantes, y me respondió:

“¿Qué quieres de mí?”



 

Continuara.

EL SOBREVIVIENTE, PERDÍ MUCHO, PERO LO GANE TODO

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